lunes, octubre 31, 2011

SINDROME DEL PATO DONALD (SPD)

Sucede que a todos, después de ir acumulando estrés, malas noticias, enojos, berrinches, frustraciones, pláticas y pensamientos negativos, en fin mala vibra en general, quedamos tan llenos de energía negativa que cualquier cosa es suficiente para hacernos explotar en un ataque de ira que no hace más que empeorar nuestra situación y que termina por convertirnos en un Pato Donald enojado y víctima de su propio coraje.

¿O no? ¡Vamos! Recuerden como se ponía Donald cuando trataba de abrir su silla plegable en la playa y esta no cedía, provocando que el famoso pato de traje de marinero fuera enojándose más y más, golpeando y gritando hasta terminar atrapado dentro de la misma silla.

Bueno pues ese es justo el SPD o Síndrome del Pato Donald.

Este se da precisamente cuando llegamos al punto de no regreso y perdemos el control y como dicen por ahí “escupimos al cielo” y por supuesto, como todo lo que sube, tiene que bajar, ese escupitajo solo nos salpica de regreso a nosotros mismos.

Ahora ¿cómo es que llegamos hasta el punto adquirir el SPD? No es difícil imaginárselo: vivimos en una época donde el estrés es parte de la cotidianidad en nuestras vidas: cuentas por pagar, problemas por resolver, proyectos por entregar, familia que cuidar, hijos que educar, compromisos que cumplir, en fin todo una carga de factores que no podemos ignorar ni evitar y que sea como sea, tenemos que cumplir.

Pero a los que además, sin darnos cuenta, sumamos otros que sí podemos cambiar.

Y es que usualmente empezamos nuestros días siempre corriendo. Al despertar, lo primero que hacemos es quejarnos de la hora tan temprana en que tenemos que levantarnos, si somos considerados y compartimos habitación con alguien, salimos de ella y sino encendemos la televisión o la radio para “escuchar” las noticias del día y así contaminar nuestra mañana con las últimas notas sobre la violencia que hay en el mundo, los asaltos, las guerras, etc... Salimos camino al trabajo y vamos peleando con el conductor del auto de enfrente solo porque a él le toco estar frente a nosotros en esa larga fila de coches estacionados, que llamamos carretera, autopista, vía expresa, periférico o viaducto o cual sea la avenida que más usen por las mañanas.

Llegamos a la oficina, recibimos la llamada de algún cliente enojado o peor aún la llamada la recibió nuestro jefe y él ahora es quien esta enojado, algún proveedor no cumple con su compromiso, en una junta de trabajo tenemos un fuerte desacuerdo con alguien más. A la hora de la comida el mesero tarda en traer la cuenta y regresamos tarde al trabajo, regresamos al final de la tarde a casa para, después de volver a lidiar con todos esos automovilistas a quienes insolentemente se les ocurrió también regresar a sus hogares a la misma hora que nosotros, encontrarnos con que la puerta del estacionamiento no funciona bien o que un vecino se estacionó mal impidiéndonos guardar nuestro auto en su lugar.

Entramos a casa, estamos bloqueados, irascibles e iracundos, solo pensando en querer ver la televisión y no hablar de nada con nadie. Entonces discutimos con nuestros familiares porque ellos con la mejor de las intenciones nos reciben con los brazos abiertos, pero como nosotros venimos con una inercia negativa equivalente a una onda expansiva nuclear, los hacemos a un lado, nos postramos en nuestro sillón acostumbrado, prendemos la caja boba y ¿qué hacemos? Sintonizar una serie de televisión llena de violencia, muerte y vicios.

Nuestra pareja nos interrumpe, pregunta algo o nos dice algo que no nos parece y ENTONCES!!!!!!

¡FELICIDADES! Lo has logrado, has adquirido SPD.

Tanto que ya solo te falta la cola de pato y sombrero de marino porque estás tan enojado que el pico naranja lo tienes ya!

Las consecuencias... esas creo que no las tengo que contar.

Así que mejor me dedicaré a platicar sobre cómo podemos evitar contagiarnos de SPD.

Y para eso debo hacer referencia una vez más a una de las lecciones de ese gran mentor, autor de “El monje que vendió su Ferrari”, Robin S. Sharma quien, precisamente en dicho libro compara a la mente humana con un jardín, explicando que: “Si tu procuras tu mente, la nutres y la cultivas, esta, tal como un rico y fértil jardín, florecerá más allá de lo que puedas imaginarte”.

Él continua con su analogía detallando que justo como un jardinero cuida cual soldado, que en su zona no entre ni el más mínimo rastro de contaminación, de la misma manera deberíamos nosotros procurar esto con nuestra mente.

Sin embargo es penoso ver la cantidad de basura que la mayoría de nosotros dejamos entrar a nuestra cabeza día con día. Las preocupaciones, la ansiedad, el lamentarse por el pasado o angustiarse por el futuro y todos aquellos miedos creados por uno mismo, las pláticas y medios a los que nos exponemos, provocan una catástrofe dentro de nosotros mismos.

“La preocupación drena a nuestra mente de todo su poder y, tarde o temprano, lastima incluso hasta nuestro espíritu”.

Para vivir la vida en todo su esplendor, debes de montar una estricta guardia a la entrada de tu jardín y solo dejar entrar a la mejor información y al mensaje de mayor calidad. No podemos darnos el lujo de tener ni un solo pensamiento negativo.

Explica Sharma que la gente más alegre, dinámica y satisfecha en el mundo es aquella que hace algo más que solo existir. Son esas personas que creen en su potencial humano y realmente saborean la vida, pero que sobre todo, adoptan un paradigma positivo sobre su mundo y todo lo que en él existe.

¿Sabían que en un día normal la persona promedio crea alrededor de seis mil pensamientos, y que el 90% de esos pensamientos son los mismos que los del día anterior?

Por lo tanto, sugiero que nos aseguremos de que esos pensamientos sean siempre positivos, pues como explica Stephen Covey: “Todo lo que hacemos y tenemos en la vida existe dos veces, primero cuando la piensas y después cuando lo hacemos realidad”.
Razón suficiente para querer que lo que creemos sea siempre positivo ¿no lo creen?

Volvemos entonces al tema de la oportunidad de escoger:
No importa lo que esté pasando en nuestra vida, tenemos el derecho a siempre escoger cómo queremos responder. Y tenemos el derecho de elegir a qué estímulos queremos exponer a nuestra mente y sobre todo a pensar siempre positivamente para sentirnos siempre bien.
Tenemos derecho a ser el jardinero de nuestra mente y a (con nuestra actitud positiva) crear pensamientos positivos que solo podrán crear situaciones positivas a nuestro alrededor.

Por: Efrain Mendicuti

http://www.psicologosperu.com/

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